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25/02/2003 12:00 (UTC)

ARTE

Muralismo mexicano, arte revolucionario para el pueblo

  • Date: 25/02/2003 12:00 (UTC)
  • Author: Laura Durango
  • Photos: 5
  • Words: 1715
  • Reference: 4000007157

Cuando los turistas visitan en Ciudad de México el Palacio de Bellas Artes o la Secretaría de Educación Pública, entre otros, o el Palacio de Hernán Cortés en Cuernavaca, recintos que albergan varios de los murales más impactantes, no saben muy bien qué sentir: si admiración por la belleza de esos frescos inmensos, o sorpresa al encontrar rostros como el de León Trotsky mezclado entre indios aztecas. Rivera, Orozco y Siqueiros crearon un estilo propio que liberó América Latina de la estética europea.

El periodo de entreguerras en México supuso una mágica combinación de creatividad, idealismo político y vibrante realidad. Dos revoluciones marcaron a fondo esta situación, una nacional y otra extranjera: la Revolución Mexicana, la primera del siglo XX, bajo el lema Tierra y Libertad, y la Revolución Rusa, que dejó el comunismo instalado en miles de intelectuales y campesinos. El ansia de democracia y el anhelo de educar a las masas tuvo su reflejo en la pintura con el movimiento Muralista, nacido en México a finales de 1920 y cuyos máximos exponentes fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, tres leyendas latinoamericanas.

Fue el famoso ministro de Educación Pública José Vasconcelos, durante el mandato del presidente Álvaro Obregón, quien puso a disposición de los artistas el espacio mural de los edificios públicos con dos motivos: la educación popular y facilitar el acceso a la apasionante y apasionada historia revolucionaria y precolombina de México,...

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Cuando los turistas visitan en Ciudad de México el Palacio de Bellas Artes o la Secretaría de Educación Pública, entre otros, o el Palacio de Hernán Cortés en Cuernavaca, recintos que albergan varios de los murales más impactantes, no saben muy bien qué sentir: si admiración por la belleza de esos frescos inmensos, o sorpresa al encontrar rostros como el de León Trotsky mezclado entre indios aztecas. Rivera, Orozco y Siqueiros crearon un estilo propio que liberó América Latina de la estética europea.

El periodo de entreguerras en México supuso una mágica combinación de creatividad, idealismo político y vibrante realidad. Dos revoluciones marcaron a fondo esta situación, una nacional y otra extranjera: la Revolución Mexicana, la primera del siglo XX, bajo el lema Tierra y Libertad, y la Revolución Rusa, que dejó el comunismo instalado en miles de intelectuales y campesinos. El ansia de democracia y el anhelo de educar a las masas tuvo su reflejo en la pintura con el movimiento Muralista, nacido en México a finales de 1920 y cuyos máximos exponentes fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, tres leyendas latinoamericanas.

Fue el famoso ministro de Educación Pública José Vasconcelos, durante el mandato del presidente Álvaro Obregón, quien puso a disposición de los artistas el espacio mural de los edificios públicos con dos motivos: la educación popular y facilitar el acceso a la apasionante y apasionada historia revolucionaria y precolombina de México,...

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Cuando los turistas visitan en Ciudad de México el Palacio de Bellas Artes o la Secretaría de Educación Pública, entre otros, o el Palacio de Hernán Cortés en Cuernavaca, recintos que albergan varios de los murales más impactantes, no saben muy bien qué sentir: si admiración por la belleza de esos frescos inmensos, o sorpresa al encontrar rostros como el de León Trotsky mezclado entre indios aztecas. Rivera, Orozco y Siqueiros crearon un estilo propio que liberó América Latina de la estética europea.

El periodo de entreguerras en México supuso una mágica combinación de creatividad, idealismo político y vibrante realidad. Dos revoluciones marcaron a fondo esta situación, una nacional y otra extranjera: la Revolución Mexicana, la primera del siglo XX, bajo el lema Tierra y Libertad, y la Revolución Rusa, que dejó el comunismo instalado en miles de intelectuales y campesinos. El ansia de democracia y el anhelo de educar a las masas tuvo su reflejo en la pintura con el movimiento Muralista, nacido en México a finales de 1920 y cuyos máximos exponentes fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, tres leyendas latinoamericanas.

Fue el famoso ministro de Educación Pública José Vasconcelos, durante el mandato del presidente Álvaro Obregón, quien puso a disposición de los artistas el espacio mural de los edificios públicos con dos motivos: la educación popular y facilitar el acceso a la apasionante y apasionada historia revolucionaria y precolombina de México,...

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Cuando los turistas visitan en Ciudad de México el Palacio de Bellas Artes o la Secretaría de Educación Pública, entre otros, o el Palacio de Hernán Cortés en Cuernavaca, recintos que albergan varios de los murales más impactantes, no saben muy bien qué sentir: si admiración por la belleza de esos frescos inmensos, o sorpresa al encontrar rostros como el de León Trotsky mezclado entre indios aztecas. Rivera, Orozco y Siqueiros crearon un estilo propio que liberó América Latina de la estética europea.

El periodo de entreguerras en México supuso una mágica combinación de creatividad, idealismo político y vibrante realidad. Dos revoluciones marcaron a fondo esta situación, una nacional y otra extranjera: la Revolución Mexicana, la primera del siglo XX, bajo el lema Tierra y Libertad, y la Revolución Rusa, que dejó el comunismo instalado en miles de intelectuales y campesinos. El ansia de democracia y el anhelo de educar a las masas tuvo su reflejo en la pintura con el movimiento Muralista, nacido en México a finales de 1920 y cuyos máximos exponentes fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, tres leyendas latinoamericanas.

Fue el famoso ministro de Educación Pública José Vasconcelos, durante el mandato del presidente Álvaro Obregón, quien puso a disposición de los artistas el espacio mural de los edificios públicos con dos motivos: la educación popular y facilitar el acceso a la apasionante y apasionada historia revolucionaria y precolombina de México,...

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Cuando los turistas visitan en Ciudad de México el Palacio de Bellas Artes o la Secretaría de Educación Pública, entre otros, o el Palacio de Hernán Cortés en Cuernavaca, recintos que albergan varios de los murales más impactantes, no saben muy bien qué sentir: si admiración por la belleza de esos frescos inmensos, o sorpresa al encontrar rostros como el de León Trotsky mezclado entre indios aztecas. Rivera, Orozco y Siqueiros crearon un estilo propio que liberó América Latina de la estética europea.

El periodo de entreguerras en México supuso una mágica combinación de creatividad, idealismo político y vibrante realidad. Dos revoluciones marcaron a fondo esta situación, una nacional y otra extranjera: la Revolución Mexicana, la primera del siglo XX, bajo el lema Tierra y Libertad, y la Revolución Rusa, que dejó el comunismo instalado en miles de intelectuales y campesinos. El ansia de democracia y el anhelo de educar a las masas tuvo su reflejo en la pintura con el movimiento Muralista, nacido en México a finales de 1920 y cuyos máximos exponentes fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, tres leyendas latinoamericanas.

Fue el famoso ministro de Educación Pública José Vasconcelos, durante el mandato del presidente Álvaro Obregón, quien puso a disposición de los artistas el espacio mural de los edificios públicos con dos motivos: la educación popular y facilitar el acceso a la apasionante y apasionada historia revolucionaria y precolombina de México,...

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Diego Rivera pintó en 1934 “El hombre controlador del universo”, una alegoría sobre el mundo moderno y su tecnología.

Detalle en el que se aprecian, junto a la bandera de la tercera internacional y entre un tumulto de personajes, los rostros de León Trotsky y Marx.

Tríptico “Carnaval de la vida mexicana”, de Diego Rivera, pintado en 1936,

En 1934 José Clemente Orozco pintó este mural que refleja la tragedia, violencia y desolación de la realidad

“Nueva democracia”, uno de los murales más conocidos de David Alfaro Siqueiros, pintado en 1944 y expuesto en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México

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