25/07/2003 12:00 (UTC)
Jorge Barbi es uno de los sólidos artistas españoles de la actualidad, un artista que ha rebasado ya la cincuentena, pero que trabaja calladamente, solitario, en un extremo de la Península Ibérica, con un gran vigor creativo en el que late la poesía y la naturaleza. Es –sin duda- uno de los máximos exponentes del land-art hispano.
Barbi vive al lado del mar, en una costa solitaria, por la que peregrina muchas tardes buscando desechos del océano, desechos que ennoblece elevándolos a la categoría de arte. Su última obra es el muro de Planck y acaba de presentarla en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, una de las principales instituciones dedicadas al arte contemporáneo español. Los directivos del centro –un viejo convento- le llevaron un día a la capilla del mismo y le pidieron que diseñara una composición para aquel espacio. Los restos de la capilla conventual muestran la clásica estructura de los templos medievales. Pero en el fondo de la misma, donde antaño tuvo que estar el altar, no hay un ábside, sino un muro plano que parece ocultar una hipotética mayor profundidad de la nave. Ese muro excesivo, obsesivo, se transformó para Barbi en el motivo de la composición; en la propia composición. Barbi pensó en Planck, fundador de la física cuántica. El mundo de lo que se puede cuantificar tiene un límite...
Jorge Barbi es uno de los sólidos artistas españoles de la actualidad, un artista que ha rebasado ya la cincuentena, pero que trabaja calladamente, solitario, en un extremo de la Península Ibérica, con un gran vigor creativo en el que late la poesía y la naturaleza. Es –sin duda- uno de los máximos exponentes del land-art hispano.
Barbi vive al lado del mar, en una costa solitaria, por la que peregrina muchas tardes buscando desechos del océano, desechos que ennoblece elevándolos a la categoría de arte. Su última obra es el muro de Planck y acaba de presentarla en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, una de las principales instituciones dedicadas al arte contemporáneo español. Los directivos del centro –un viejo convento- le llevaron un día a la capilla del mismo y le pidieron que diseñara una composición para aquel espacio. Los restos de la capilla conventual muestran la clásica estructura de los templos medievales. Pero en el fondo de la misma, donde antaño tuvo que estar el altar, no hay un ábside, sino un muro plano que parece ocultar una hipotética mayor profundidad de la nave. Ese muro excesivo, obsesivo, se transformó para Barbi en el motivo de la composición; en la propia composición. Barbi pensó en Planck, fundador de la física cuántica. El mundo de lo que se puede cuantificar tiene un límite...
Jorge Barbi es uno de los sólidos artistas españoles de la actualidad, un artista que ha rebasado ya la cincuentena, pero que trabaja calladamente, solitario, en un extremo de la Península Ibérica, con un gran vigor creativo en el que late la poesía y la naturaleza. Es –sin duda- uno de los máximos exponentes del land-art hispano.
Barbi vive al lado del mar, en una costa solitaria, por la que peregrina muchas tardes buscando desechos del océano, desechos que ennoblece elevándolos a la categoría de arte. Su última obra es el muro de Planck y acaba de presentarla en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, una de las principales instituciones dedicadas al arte contemporáneo español. Los directivos del centro –un viejo convento- le llevaron un día a la capilla del mismo y le pidieron que diseñara una composición para aquel espacio. Los restos de la capilla conventual muestran la clásica estructura de los templos medievales. Pero en el fondo de la misma, donde antaño tuvo que estar el altar, no hay un ábside, sino un muro plano que parece ocultar una hipotética mayor profundidad de la nave. Ese muro excesivo, obsesivo, se transformó para Barbi en el motivo de la composición; en la propia composición. Barbi pensó en Planck, fundador de la física cuántica. El mundo de lo que se puede cuantificar tiene un límite...
Jorge Barbi es uno de los sólidos artistas españoles de la actualidad, un artista que ha rebasado ya la cincuentena, pero que trabaja calladamente, solitario, en un extremo de la Península Ibérica, con un gran vigor creativo en el que late la poesía y la naturaleza. Es –sin duda- uno de los máximos exponentes del land-art hispano.
Barbi vive al lado del mar, en una costa solitaria, por la que peregrina muchas tardes buscando desechos del océano, desechos que ennoblece elevándolos a la categoría de arte. Su última obra es el muro de Planck y acaba de presentarla en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, una de las principales instituciones dedicadas al arte contemporáneo español. Los directivos del centro –un viejo convento- le llevaron un día a la capilla del mismo y le pidieron que diseñara una composición para aquel espacio. Los restos de la capilla conventual muestran la clásica estructura de los templos medievales. Pero en el fondo de la misma, donde antaño tuvo que estar el altar, no hay un ábside, sino un muro plano que parece ocultar una hipotética mayor profundidad de la nave. Ese muro excesivo, obsesivo, se transformó para Barbi en el motivo de la composición; en la propia composición. Barbi pensó en Planck, fundador de la física cuántica. El mundo de lo que se puede cuantificar tiene un límite...
Jorge Barbi es uno de los sólidos artistas españoles de la actualidad, un artista que ha rebasado ya la cincuentena, pero que trabaja calladamente, solitario, en un extremo de la Península Ibérica, con un gran vigor creativo en el que late la poesía y la naturaleza. Es –sin duda- uno de los máximos exponentes del land-art hispano.
Barbi vive al lado del mar, en una costa solitaria, por la que peregrina muchas tardes buscando desechos del océano, desechos que ennoblece elevándolos a la categoría de arte. Su última obra es el muro de Planck y acaba de presentarla en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, una de las principales instituciones dedicadas al arte contemporáneo español. Los directivos del centro –un viejo convento- le llevaron un día a la capilla del mismo y le pidieron que diseñara una composición para aquel espacio. Los restos de la capilla conventual muestran la clásica estructura de los templos medievales. Pero en el fondo de la misma, donde antaño tuvo que estar el altar, no hay un ábside, sino un muro plano que parece ocultar una hipotética mayor profundidad de la nave. Ese muro excesivo, obsesivo, se transformó para Barbi en el motivo de la composición; en la propia composición. Barbi pensó en Planck, fundador de la física cuántica. El mundo de lo que se puede cuantificar tiene un límite...
Jorge Barbi es uno de los sólidos artistas españoles de la actualidad, un artista que ha rebasado ya la cincuentena, pero que trabaja calladamente, solitario, en un extremo de la Península Ibérica, con un gran vigor creativo en el que late la poesía y la naturaleza. Es –sin duda- uno de los máximos exponentes del land-art hispano.
Barbi vive al lado del mar, en una costa solitaria, por la que peregrina muchas tardes buscando desechos del océano, desechos que ennoblece elevándolos a la categoría de arte. Su última obra es el muro de Planck y acaba de presentarla en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, una de las principales instituciones dedicadas al arte contemporáneo español. Los directivos del centro –un viejo convento- le llevaron un día a la capilla del mismo y le pidieron que diseñara una composición para aquel espacio. Los restos de la capilla conventual muestran la clásica estructura de los templos medievales. Pero en el fondo de la misma, donde antaño tuvo que estar el altar, no hay un ábside, sino un muro plano que parece ocultar una hipotética mayor profundidad de la nave. Ese muro excesivo, obsesivo, se transformó para Barbi en el motivo de la composición; en la propia composición. Barbi pensó en Planck, fundador de la física cuántica. El mundo de lo que se puede cuantificar tiene un límite...
Jorge Barbi es uno de los sólidos artistas españoles de la actualidad, un artista que ha rebasado ya la cincuentena, pero que trabaja calladamente, solitario, en un extremo de la Península Ibérica, con un gran vigor creativo en el que late la poesía y la naturaleza. Es –sin duda- uno de los máximos exponentes del land-art hispano.
Barbi vive al lado del mar, en una costa solitaria, por la que peregrina muchas tardes buscando desechos del océano, desechos que ennoblece elevándolos a la categoría de arte. Su última obra es el muro de Planck y acaba de presentarla en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, una de las principales instituciones dedicadas al arte contemporáneo español. Los directivos del centro –un viejo convento- le llevaron un día a la capilla del mismo y le pidieron que diseñara una composición para aquel espacio. Los restos de la capilla conventual muestran la clásica estructura de los templos medievales. Pero en el fondo de la misma, donde antaño tuvo que estar el altar, no hay un ábside, sino un muro plano que parece ocultar una hipotética mayor profundidad de la nave. Ese muro excesivo, obsesivo, se transformó para Barbi en el motivo de la composición; en la propia composición. Barbi pensó en Planck, fundador de la física cuántica. El mundo de lo que se puede cuantificar tiene un límite...
Story content:
El Muro de Planck, la última obra de Barbi
Árboles, una composición fotográfica que con fotografía de tres años sucesivos.
Fotografías de excrementos de gaviotas en la playa cercana a la residencia del autor. El artista recoge las imágenes que luego a veces desvirtúa , potenciano los fondos, con tratamiento digital.
Sin título, 1992. el objeto interior, de origen marino, es de poliuretano y con una superficie externa de hierro, abollada por los golpes contra las rocas. está ubicado en una estructura metálica.
Este disco flotante fue expueso con un texto que decía: "Esta pieza es una copia. la original se encuentra a la deriva en el Atlántico Norte". la original fue lanzada en enero de 1995 al mar desde un barco de pesca, en el entorno de las Azores.
Interior del dado de la Casa de Juegos, expuesto en el CGAC en 1997
El artista, trabajando en el Muro de Planck, en Patio Herreriano.
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