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23/12/2003 12:00 (UTC)

sociedad

Internet, el terror de Hollywood

  • Date: 23/12/2003 12:00 (UTC)
  • Author: Antonio Muñoz Vélez
  • Photos: 6
  • Words: 1140
  • Reference: 4000011134

En vista de la amarga experiencia de sus ‘primas’, las discográficas, la

industria del cine empieza a tomar medidas para frenar la cada vez más extendida práctica de intercambiar películas en Internet. Guardias de seguridad en los cines, campañas de concienciación, o la polémica prohibición de enviar las películas candidatas a los Oscar a los miembros de la Academia de Hollywood. Todo vale, con tal de evitar que la piratería se convierta, también para la industria cinematográfica, en un permanente quebradero de cabeza.

Una de las últimas muestras de cómo Hollywood empieza a tomarse muy en serio la piratería se vio en septiembre pasado, durante el Festival de Cine de Toronto (Canadá), considerado por la industria estadounidense como el más importante del mundo después del de Cannes (Francia).

A petición de los grandes estudios, la organización del prestigioso certamen canadiense no tuvo más remedio que contratar los servicios de una empresa de seguridad, ‘OBN’, formada por ex policías y militares, y dotada con tecnología de última generación, más propia de unos servicios de espionaje que de una sala de cine.

Poco antes del pase de cada película, un empleado del festival se dirigía al público –formado, en su mayoría, por periodistas-, y solicitaba el habitual “por favor, desconecten sus móviles durante la proyección”. Hasta ahí, nada extraño; la sorpresa llegaba justo después, cuando el empleado lanzaba una esclarecedora advertencia: “Utilizamos instrumentos para prevenir la piratería, y sus teléfonos...

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En vista de la amarga experiencia de sus ‘primas’, las discográficas, la

industria del cine empieza a tomar medidas para frenar la cada vez más extendida práctica de intercambiar películas en Internet. Guardias de seguridad en los cines, campañas de concienciación, o la polémica prohibición de enviar las películas candidatas a los Oscar a los miembros de la Academia de Hollywood. Todo vale, con tal de evitar que la piratería se convierta, también para la industria cinematográfica, en un permanente quebradero de cabeza.

Una de las últimas muestras de cómo Hollywood empieza a tomarse muy en serio la piratería se vio en septiembre pasado, durante el Festival de Cine de Toronto (Canadá), considerado por la industria estadounidense como el más importante del mundo después del de Cannes (Francia).

A petición de los grandes estudios, la organización del prestigioso certamen canadiense no tuvo más remedio que contratar los servicios de una empresa de seguridad, ‘OBN’, formada por ex policías y militares, y dotada con tecnología de última generación, más propia de unos servicios de espionaje que de una sala de cine.

Poco antes del pase de cada película, un empleado del festival se dirigía al público –formado, en su mayoría, por periodistas-, y solicitaba el habitual “por favor, desconecten sus móviles durante la proyección”. Hasta ahí, nada extraño; la sorpresa llegaba justo después, cuando el empleado lanzaba una esclarecedora advertencia: “Utilizamos instrumentos para prevenir la piratería, y sus teléfonos...

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En vista de la amarga experiencia de sus ‘primas’, las discográficas, la

industria del cine empieza a tomar medidas para frenar la cada vez más extendida práctica de intercambiar películas en Internet. Guardias de seguridad en los cines, campañas de concienciación, o la polémica prohibición de enviar las películas candidatas a los Oscar a los miembros de la Academia de Hollywood. Todo vale, con tal de evitar que la piratería se convierta, también para la industria cinematográfica, en un permanente quebradero de cabeza.

Una de las últimas muestras de cómo Hollywood empieza a tomarse muy en serio la piratería se vio en septiembre pasado, durante el Festival de Cine de Toronto (Canadá), considerado por la industria estadounidense como el más importante del mundo después del de Cannes (Francia).

A petición de los grandes estudios, la organización del prestigioso certamen canadiense no tuvo más remedio que contratar los servicios de una empresa de seguridad, ‘OBN’, formada por ex policías y militares, y dotada con tecnología de última generación, más propia de unos servicios de espionaje que de una sala de cine.

Poco antes del pase de cada película, un empleado del festival se dirigía al público –formado, en su mayoría, por periodistas-, y solicitaba el habitual “por favor, desconecten sus móviles durante la proyección”. Hasta ahí, nada extraño; la sorpresa llegaba justo después, cuando el empleado lanzaba una esclarecedora advertencia: “Utilizamos instrumentos para prevenir la piratería, y sus teléfonos...

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En vista de la amarga experiencia de sus ‘primas’, las discográficas, la

industria del cine empieza a tomar medidas para frenar la cada vez más extendida práctica de intercambiar películas en Internet. Guardias de seguridad en los cines, campañas de concienciación, o la polémica prohibición de enviar las películas candidatas a los Oscar a los miembros de la Academia de Hollywood. Todo vale, con tal de evitar que la piratería se convierta, también para la industria cinematográfica, en un permanente quebradero de cabeza.

Una de las últimas muestras de cómo Hollywood empieza a tomarse muy en serio la piratería se vio en septiembre pasado, durante el Festival de Cine de Toronto (Canadá), considerado por la industria estadounidense como el más importante del mundo después del de Cannes (Francia).

A petición de los grandes estudios, la organización del prestigioso certamen canadiense no tuvo más remedio que contratar los servicios de una empresa de seguridad, ‘OBN’, formada por ex policías y militares, y dotada con tecnología de última generación, más propia de unos servicios de espionaje que de una sala de cine.

Poco antes del pase de cada película, un empleado del festival se dirigía al público –formado, en su mayoría, por periodistas-, y solicitaba el habitual “por favor, desconecten sus móviles durante la proyección”. Hasta ahí, nada extraño; la sorpresa llegaba justo después, cuando el empleado lanzaba una esclarecedora advertencia: “Utilizamos instrumentos para prevenir la piratería, y sus teléfonos...

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En vista de la amarga experiencia de sus ‘primas’, las discográficas, la

industria del cine empieza a tomar medidas para frenar la cada vez más extendida práctica de intercambiar películas en Internet. Guardias de seguridad en los cines, campañas de concienciación, o la polémica prohibición de enviar las películas candidatas a los Oscar a los miembros de la Academia de Hollywood. Todo vale, con tal de evitar que la piratería se convierta, también para la industria cinematográfica, en un permanente quebradero de cabeza.

Una de las últimas muestras de cómo Hollywood empieza a tomarse muy en serio la piratería se vio en septiembre pasado, durante el Festival de Cine de Toronto (Canadá), considerado por la industria estadounidense como el más importante del mundo después del de Cannes (Francia).

A petición de los grandes estudios, la organización del prestigioso certamen canadiense no tuvo más remedio que contratar los servicios de una empresa de seguridad, ‘OBN’, formada por ex policías y militares, y dotada con tecnología de última generación, más propia de unos servicios de espionaje que de una sala de cine.

Poco antes del pase de cada película, un empleado del festival se dirigía al público –formado, en su mayoría, por periodistas-, y solicitaba el habitual “por favor, desconecten sus móviles durante la proyección”. Hasta ahí, nada extraño; la sorpresa llegaba justo después, cuando el empleado lanzaba una esclarecedora advertencia: “Utilizamos instrumentos para prevenir la piratería, y sus teléfonos...

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En vista de la amarga experiencia de sus ‘primas’, las discográficas, la

industria del cine empieza a tomar medidas para frenar la cada vez más extendida práctica de intercambiar películas en Internet. Guardias de seguridad en los cines, campañas de concienciación, o la polémica prohibición de enviar las películas candidatas a los Oscar a los miembros de la Academia de Hollywood. Todo vale, con tal de evitar que la piratería se convierta, también para la industria cinematográfica, en un permanente quebradero de cabeza.

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A petición de los grandes estudios, la organización del prestigioso certamen canadiense no tuvo más remedio que contratar los servicios de una empresa de seguridad, ‘OBN’, formada por ex policías y militares, y dotada con tecnología de última generación, más propia de unos servicios de espionaje que de una sala de cine.

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