09/09/2002 12:00 (UTC)
Cuatro milenios antes de que comenzara la Era Cristiana, cuando los primeros agricultores y ganaderos se establecían en las tierras de Europa para vigilar sus cultivos y apacentar sus rebaños, una moda funeraria creó la primera arquitectura monumental de la que se tiene memoria.
El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
Cuatro milenios antes de que comenzara la Era Cristiana, cuando los primeros agricultores y ganaderos se establecían en las tierras de Europa para vigilar sus cultivos y apacentar sus rebaños, una moda funeraria creó la primera arquitectura monumental de la que se tiene memoria.
El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
Cuatro milenios antes de que comenzara la Era Cristiana, cuando los primeros agricultores y ganaderos se establecían en las tierras de Europa para vigilar sus cultivos y apacentar sus rebaños, una moda funeraria creó la primera arquitectura monumental de la que se tiene memoria.
El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
Cuatro milenios antes de que comenzara la Era Cristiana, cuando los primeros agricultores y ganaderos se establecían en las tierras de Europa para vigilar sus cultivos y apacentar sus rebaños, una moda funeraria creó la primera arquitectura monumental de la que se tiene memoria.
El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
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El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
Cuatro milenios antes de que comenzara la Era Cristiana, cuando los primeros agricultores y ganaderos se establecían en las tierras de Europa para vigilar sus cultivos y apacentar sus rebaños, una moda funeraria creó la primera arquitectura monumental de la que se tiene memoria.
El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
Cuatro milenios antes de que comenzara la Era Cristiana, cuando los primeros agricultores y ganaderos se establecían en las tierras de Europa para vigilar sus cultivos y apacentar sus rebaños, una moda funeraria creó la primera arquitectura monumental de la que se tiene memoria.
El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
Cuatro milenios antes de que comenzara la Era Cristiana, cuando los primeros agricultores y ganaderos se establecían en las tierras de Europa para vigilar sus cultivos y apacentar sus rebaños, una moda funeraria creó la primera arquitectura monumental de la que se tiene memoria.
El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
Cuatro milenios antes de que comenzara la Era Cristiana, cuando los primeros agricultores y ganaderos se establecían en las tierras de Europa para vigilar sus cultivos y apacentar sus rebaños, una moda funeraria creó la primera arquitectura monumental de la que se tiene memoria.
El Megalitismo, las construcción de tumbas con grandes piedras, que por regla general albergan numerosos enterramientos depositados a lo largo de generaciones, comenzó a extenderse por toda Europa, con una incidencia especial en la fachada atlántica, desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Las islas británicas, el noroeste de Francia, las costas del mar Cantábrico y Portugal son los lugares de mayor acumulación de un fenómeno arquitectónico que se extendió también hacia el interior continental y que abarcó todo el Mediterráneo, con incursiones esporádicas en otros continentes. Los dólmenes (mesas de piedra, literalmente) salpicaron comarcas enteras y modificaron por vez primera el paisaje. El hombre se hacía dueño del territorio, enterraba a sus antepasados, tenía la esperanza de ser él mismo depositado en el panteón familiar y podía mostrar a los invasores un título de propiedad incuestionable: sus ancestros. El fenómeno megalítico duró miles de años, hasta el Calcolítico y...
Story content:
Dolmen en Sorginetxe, Álava, España
Monumento megalítico en Carnac, oeste de Francia.
Alineamiento en Carnac, Francia.
Acceso a la Cueva de Menga, en Málaga, España.
Interior de la Cueva de Menga, el mayor recinto megalítico de la Península Ibérica.
Dolmen en Durgali, Isla de Cerdeña, Italia
Estraño monumento en Hunebenned, Holanda.
Sencillo dolmen, en un bello paisaje, en Tella, Huesca, España
Recinto megalítico en Moreco, Burgos, España
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